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El Feudalismo llega a la Web

Opinión y Reflexiones

Javier Vélez Jan 2016 5 mins

La historia de la humanidad se reproduce dentro de Internet. Desde una perspectiva equidistante parece que el siglo XXI no tiene que ver tanto con la sociedad de la información y conocimiento que nos han vendido sino, más bien, con un régimen digito-feudal más propio del medievo.

A menudo no dejo de sorprenderme de cuánto cambian las cosas en tecnología. No me refiero a cambios dirigidos a la mejora continua. Este tipo de esfuerzos siempre han sido meritorios de un indiscutible aplauso. Me llama la atención cómo muchas veces esta tecnología se ve forzada a evolucionar para hacer frente a unos objetivos para los que nunca fue concebida.

La Web es un claro ejemplo en este sentido. Para un usuario medio tal vez no resulte tan evidente. Pero para los sufridos desarrolladores que la utilizamos como elemento de soporte de nuestras iniciativas, estos repivotajes, como gustan decir últimamente los agilistas, siempre son un verdadero dolor de cabeza. En no más de 20 años la Web ha dejado de ser un mero medio de publicación de contenidos estáticos para convertirse en una verdadera plataforma de interacción social y, a la vez, en un entorno de computación ubicua donde ejecutar servicios y aplicativos en línea. Y con este cambio de objetivos, el papel que ha jugado típicamente el usuario también ha cambiado. Ha pasado de ser un mero consumidor de información y servicios a ser también un productor activo.

En esta evolución parece razonable conceder a la tecnología un papel preponderante en la democratización de la Web como medio social. En lo relativo a los contenidos debemos reconocer el valor que las iniciativas CMS han tenido en este avance mientras que en lo relativo a los servicios el movimiento de APIs Web primero y de Componentes Web después han ayudado a simplificar enormemente, en este sentido, los procesos de desarrollo.

Pero, ¿de verdad es esta democratización una realidad constatable? ¿Es cierto que la tecnología ha venido para traernos libertades? Seguramente estemos tentados de considerar que efectivamente es así. En última instancia somos los usuarios los que creamos y nutrimos cada realidad social en Internet y, a la postre, está también sometido a nuestra voluntad colectiva acabar con ella. Existe una nada desdeñable colección de ejemplos que dan fe de ello.

Sin embargo, detrás de estas tecnologías a las que agradecemos la democratización de Internet hay una tan natural como perniciosa red de intereses económicos creados. La tecnología es en este contexto el eufemismo al uso para referir a grandes empresas detrás de este tinglado llamado Internet que quieren repartirse el pescado en forma de grandes números.

Internet y sus redes se crean y destruyen bajo demanda de francamente pocas y poderosas manos y nosotros, no somos más que un experimento social con el que estas manos juegan a los dados desde su Olimpo de cuero y moqueta. Aunque se haya puesto de moda incluir en el mobiliario futbolines y sillones de arena aderezados con vivos colores en la pared todos sabemos lo que hay detrás.

No es algo que sorprenda a nadie. Es un argumento manido que en la Web social de hoy en día nosotros no somos el cliente sino el producto, o peor aún, el experimento. Precisamente por eso no dejan de sorprenderme ciertas cosas. Me sorprende que sigamos repitiendo el mantra de que con la llegada de Internet, la Web se ha convertido en un mundo de libertades y de ausencia de censuras digitales. Nuevamente hemos caído en un sofisma que pretendemos hacer cierto a base de repetirlo.

El hecho es que si miramos con equidistancia el panorama Web actual encontramos que hoy más que nunca las contribuciones en Internet están altamente segmentadas en los grandes concentradores de información y servicios que son las redes sociales. Algo que va claramente en contra de cualquier entendimiento de democracias y libertades. Más que ganar libertades las hemos perdido. Cierto que hace 10 o 15 años producir en Internet era más costoso y difícil pero se hacía con más grados de libertad. Ahora estamos sometidos a los dictámenes de esos grandes bastiones en Internet que pretendemos sean nuestros depositarios de información. Y nos sometemos gustosamente a sus reglas sin darnos cuenta de que el favor, más que ellos a nosotros por ofrecernos un servicio aparentemente gratuito, se lo hacemos nosotros a ellos por alimentar su gran maquinaria de apropiación del espacio de Internet.

Podemos estar orgullosos, hemos alcanzado el feudalismo Web, donde cada uno de nosotros somos vasallos de las redes que nos alimentan. Hoy en día si quieres tener presencia en Internet tienes que someterte a este régimen dictatorial y acatar reglas a veces tan estúpidas como tecnológicamente argumentadas como una limitación de 144 caracteres.

Vasallo. Persona que se pone al servicio de un señor feudal, el cual le da protección a cambio de unos determinados servicios. Persona que está bajo una autoridad absoluta, no democrática.

No es que me queje amargamente de este hecho. Quizá, sin pensarlo demasiado, todos nosotros entendemos por justiprecio esta suerte de sometimiento a reglas y políticas de uso que jamás leemos - bien se encargan de ello los gabinetes de abogados de estas compañías. Lo que, nuevamente, no deja de sorprenderme, es la manera en que participamos alegremente de esos juegos sociales francamente absurdos a los que nos invitan este tipo de redes y comunidades a participar.

Las guerras hoy se libran a base de tweets, ver quién la tiene más larga ahora se refiere a listas de seguidores y la reputación social guarda con frecuencia correlación directa con la diarrea digital. Parece que para salir de nuestro régimen de labriegos dentro este mundo en el que nos hemos visto imbuidos, el único camino es una popularidad a mi juicio mal entendida. Ser popular en el mundo digito-feudal del siglo XXI es más importante que ser honesto con uno mismo y con sus principios. La aceptación y el volumen de repercusión social que tienen nuestras estulticias comunitarias en Internet están por encima de la calidad y el rigor de un trabajo bien hecho. Hoy por hoy en Internet tienen más espacio las brillantes reflexiones humanistas de El Rubius que el conocimiento enciclopédico de la Royal Society.

Quizá todo esto no sería tan preocupante si no fuera por el reflejo que estos cambios culturales en Internet encuentran en nuestra sociedad. Nunca sabremos resolver este problema del huevo y la gallina. ¿Una comunidad de usuarios existe en Internet porque responde a una realidad social subyacente o, por el contrario, la realidad emerge a resultas de determinada estructuración social convenientemente diseñada en el plano virtual? Quizá haya un poco de las dos cosas. En cualquier caso lo que si parece evidente es que, en gran medida, Internet y la Web se han convertido en un poderoso medio de modelado social y como tal deberíamos tener mucho cuidado en manos que quién y bajo que intereses la estamos delegando.

En cualquier caso - disculpen la tristeza - yo seguiré atento a mis principios como sencillo zapatero remendón esforzándome en un trabajo bien hecho, a la espera de que algún día lleguemos al renacimiento en Internet.